Una mañana más, un día lluvioso como es habitual por aquí, las mismas caras serias y el mismo camino a seguir. No llevo paraguas, pues prefiero sentirme viva y que las gotas me golpeen la cara. Sólo es agua.
El mismo vagabundo cuidando de su enfermizo perro, el mismo gato abandonado en su esquina, la misma madre cansada y preocupada lleva a su pequeño al colegio.
"Cada día es igual" pienso y como si el Universo me hubiese escuchado, me regala una sonrisa. Él pasa por delante de mi rutina, me sonríe y se marcha. Así, sin un "hasta mañana" ni siquiera sin haberse presentado. Pero eso sí, recargándome las pilas.
Y entonces es cuando pienso que ahora mismo, el día, ya ha merecido la pena.
No puedo, no me salen palabras para describir como me siento. Necesitaba abrir este mundo de sensaciones y aclarar mis ideas. Pero es tanto lo que me ocurre, que se me hace imposible encontrar las palabras correctas. No tengo nada claro. No sé como actuar, ni como hablar, tampoco sé qué decir ni como debo hacerlo, no sé donde está mi lugar, ni quienes son las personas a las que quiero a mi lado. Ahora mismo me siento tan vulnerable y pequeñita como una flor. Una flor débil y volátil, que con el minúsculo soplo de aire puede desvanecerse en la nada. Será cuestión de tiempo. Dicen que el tiempo lo arregla todo y nos pone a cada uno en su lugar, pero tiempo es precisamente lo que no tengo. No me apetece seguir al ritmo del mundo. Estoy molesta con todo, todo es tan perfecto que me siento inútil. Estoy enfadada con el mundo. No sabría como explicarlo porque es un cúmulo de sensaciones desconcertantes. Por eso mezclo sentimientos y solo logro embarullarme aun más. Ahora más que nunca veo
Comentarios
Publicar un comentario