Tú...un ser tan entrañable y exigente. Destacable por tu fuerza y ese don, que te caracteriza, tu generosidad.
Tú...la roca en la que me apoyo para descansar de la fatiga que el mundo me provoca. La roca a la que me aferro para desinfectarme las heridas que la vida me causa.
Te quiero por tu humildad y por la fortaleza que posee tu exiliado corazón. Te quiero porque tu personalidad es la combinación perfecta entre orgullo, superación y sacrificio. No existe ninguna otra persona que pueda asemejarse a ti.
Tu manera de consentirme y mimarme hace que tengamos esta maravillosa relación de complicidad. Por ello, te debo dar las gracias.
Tú...quien busca y encuentra motivos por los que regalar sonrisas, donde sólo yacen sentimientos agonizados. Consigues arrugarme el corazón, como si de una alfombra se tratase, con cada lección de vida que me cedes. Me provocas una gran satisfacción interior, simplemente por llevar a cabo cada uno de tus consejos. Eres tú y tus experiencias que compartes conmigo para no dejar que cometa los mismos fallos.
Tú... el gran impulso que empuja a renacer mis mañanas.
Tú, mi abuela. Eres esa sonrisa que nunca dejará de relucir y esos ojos grisáceos, desgastados por los errores cometidos en el pasado, eres las arrugas tan marcadas. Tú y tu piel castigada por décadas de trabajo. Tú tan bella e inocente, lidiando con tus setenta y ocho años, en los que has observado la capacidad de la estupidez humana.
Mi abuela, la que no se rinde, por mas que el asfalto de este camino se endurezca por momentos. Eres tú y tus manías desquiciantes, las cuales yo he heredado. Tú con tu dolor de cadera permanente y las manchas en la frente como estrago de haberte dormido horas bajo el ardiente sol en las playas de Montevideo.
Mi persona preferida, con sus misteriosas anécdotas que ya me sé de memoria. Mi abuela. Esta eres tú. Quien me ama y me entrega todo, a cambio de mi mejor y mas sincera sonrisa.
Tú, esa rosa joven, que nunca se marchitará.
Tú...la roca en la que me apoyo para descansar de la fatiga que el mundo me provoca. La roca a la que me aferro para desinfectarme las heridas que la vida me causa.
Te quiero por tu humildad y por la fortaleza que posee tu exiliado corazón. Te quiero porque tu personalidad es la combinación perfecta entre orgullo, superación y sacrificio. No existe ninguna otra persona que pueda asemejarse a ti.
Tu manera de consentirme y mimarme hace que tengamos esta maravillosa relación de complicidad. Por ello, te debo dar las gracias.
Tú...quien busca y encuentra motivos por los que regalar sonrisas, donde sólo yacen sentimientos agonizados. Consigues arrugarme el corazón, como si de una alfombra se tratase, con cada lección de vida que me cedes. Me provocas una gran satisfacción interior, simplemente por llevar a cabo cada uno de tus consejos. Eres tú y tus experiencias que compartes conmigo para no dejar que cometa los mismos fallos.
Tú... el gran impulso que empuja a renacer mis mañanas.
Tú, mi abuela. Eres esa sonrisa que nunca dejará de relucir y esos ojos grisáceos, desgastados por los errores cometidos en el pasado, eres las arrugas tan marcadas. Tú y tu piel castigada por décadas de trabajo. Tú tan bella e inocente, lidiando con tus setenta y ocho años, en los que has observado la capacidad de la estupidez humana.
Mi abuela, la que no se rinde, por mas que el asfalto de este camino se endurezca por momentos. Eres tú y tus manías desquiciantes, las cuales yo he heredado. Tú con tu dolor de cadera permanente y las manchas en la frente como estrago de haberte dormido horas bajo el ardiente sol en las playas de Montevideo.
Mi persona preferida, con sus misteriosas anécdotas que ya me sé de memoria. Mi abuela. Esta eres tú. Quien me ama y me entrega todo, a cambio de mi mejor y mas sincera sonrisa.
Tú, esa rosa joven, que nunca se marchitará.
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