A veces me pregunto dónde y con quién se entretuvo la inspiración, quizá algún mal hábito como la pereza la encandiló. Otras veces pienso que aparqué la creatividad y la imaginación para simplemente crecer y convencerme de que volar es imposible. O tal vez sólo sea que me instalé y acomodé en mi rutina.
Y de ahí la pregunta más importante: ¿por qué fue así?
Cuál fue el momento, maldito momento, en el que pacté con la mediocridad. Siempre creí que mis libros, pensamientos no tan disparatados, mis ansias de conocer, y no mundo sino conocer y ya está, mi facilidad para galopar como Quijote, aunque yo siempre sin Sancho, entre la realidad y la fantasía, alimentaban mi espíritu.
Siempre mimé la cúspide de mi pirámide, toda esa autorrealización de la que hablaba Maslow y blablabla...Veinte años de vida y mi antes pirámide es ahora una mastaba.
Seguiré buscando.
¿Nunca has tenido un pensamiento que cada cierto tiempo le piensas y le piensas? Que nunca desaparece de tu mente, y que en cualquier momento de tu vida puede venirte a la mente. A mí sí que me ha pasado, me pasa y me pasará. Es un pensamiento que nunca se me va y que siempre aparece aunque tu no quieras, aunque tu no quieras admitir que tienes ese pensamiento… ¿Sabéis de que pensamiento os hablo? Es la soledad, ¿que significa la soledad? Pues bien, yo os lo diré: Carencia voluntaria o involuntaria de compañía. Igual alguno piensa que va referido a algo del amor... pero os diré que os estáis confundidos... Nat.
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